FanFIC no.117 'Una sorpresa II. Kristen'

Somos un Blog ROBsessed, donde solo deseamos seguir contando la versión de Irina en la historia Robsten como lo veníamos haciendo anteriormente. Este FanFic es parte medular de este Blog ROBERT PATTINSON EN ESPAÑOL, razón por la cual  suplicamos RESPETO al comentar los relatos. Si No os sentís preparados para leerlos No lo hagáis, eso no va a ofender a Irina. Pero rogamos evitéis críticas destructivas que si pueden molestar mucho y crear mal ambiente en el Blog.

Asi quedarán organizados los FICs en este blog:

LUNES:  FanFic Robsten de Irina
                  MARTES:  Fic 'El fin del Mundo' de Xim
MIÉRCOLES:  FanFic Robsten de Irina 
JUEVES: Fic 'El fin del Mundo' de Xim
             VIERNES: Fic '50 Sueños de Verano' de Irina

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FanFIC no.117

"UNA SORPRESA II. KRISTEN"
Imágenes: Elena

- ¿Qué es? – pregunté tomando el sobre de manos de Rob.

- Abrelo - insistió.

Desplegué el sobre y saqué una fotografía impresa en papel.

- ¿Y esto? – preguntó extrañada.

- Eso es lo que estaba esperando que me enviase Nick desde hace dos días.

- ¿Por eso no parabas de mirar el móvil? – le dije con cariño, comenzando a sentirme terriblemente avergonzada por mi comportamiento.

- Sí, por eso.

- La foto la has impreso en el SpyGlass – dije comprendiendo al fin.

- Eso es.

- ¿Y ahora me vas a explicar de qué se trata?

- Es algo que tenía pendiente. Tu segundo regalo. Bueno de los dos – susurró azorado.

- ¿Una casa?

- Quiero comprarla. Nick lo está tramitando todo desde L. A. pero necesitaba tu opinión para darle el visto bueno - le miré con ternura, sintiendo que le amaba con toda mi alma -. ¿Qué te parece, preciosa?

Lo preguntó ansioso. Mirándome con sus enormes ojos muy abiertos, aguardando mi respuesta.

- Parece la casa esa de 'El Padrino', la de la escena esa tan macabra, la del caballo – reí mirando de nuevo la fotografía.

- Ahora que lo dices… ¿Te gusta?

- Claro que me gusta. Es preciosa – le dije mirándole a los ojos.

Su semblante cambió automáticamente de la ansiedad a la alegría. 

- Tengo más fotos en el móvil. Ven, mira – dijo radiante de felicidad sentándose en la cama y haciéndome un gesto para que le acompañara.

Lo hice, muy pegada a su cuerpo, sin dejar de observarle. Rob estaba emocionado y me dio un beso rápido en la boca para, después, ponerse a hablar a borbotones. Estaba nervioso y movía la mano que no sujetaba el móvil sin cesar, mientras me mostraba las fotografías.

Algunas eran aéreas en las que se divisaba toda la propiedad, otras eran de la fachada principal o de detalles de la casa. También había fotos del jardín y de vistas nocturnas de la bonita villa de un austero estilo colonial español.

 

Rob fue pasando cada fotografía explicándose.

- La casa está en el distrito de Los Feliz & Silver Lake. Bueno, tu conoces mucho mejor que yo L.A.

- Ese distrito es muy grande. ¿En qué zona está exactamente?

- En Los Feliz, junto al Observatorio Griffith y el parque.

- En realidad es parte de las colinas de Hollywood – añadí haciéndome una imagen mental de la zona a la que se refería.

- Me ha dicho Nick que es un distrito residencial muy verde y tranquilo.

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- Sí, además del Parque Griffith está el Parque Elvsian, cerca del río Los Angeles, el que le da nombre a la ciudad.

- ¿Ese es el parque del famoso observatorio, el de ´´Rebelde sin causa´´?

- Sí, ese mismo – asentí.

- Genial – dijo Rob con una gran sonrisa.

- Mira las fotos nocturnas. Se ve el centro financiero y casi hasta el mar.

- Me encantan esas palmeras californianas.

- Y mira los jardines, tienen fuentes y una piscina de agua de manantial.

 

- Sí por ahí hay muchos riachuelos y aguas subterráneas afluentes del río Los Angeles.

- La casa es de estilo español, construida en los años 20, a finales principios de los 30. Durante la Ley Seca se hicieron fiestas ilegales en ella. 

Tiene 3 dormitorios con sus correspondientes baños en la planta superior, salón, comedor y biblioteca… Eso me encanta, la biblioteca. Tiene un pasadizo que no sé a dónde conduce – dijo ilusionado y emocionado a partes iguales -. Una cocina inmensa con despensa y bodega subterránea y otro baño en la planta baja. También cuenta con una casa de invitados que era la antigua casa del jardinero y un garaje para por lo menos 6 vehículos.

- Es enorme. Y preciosa, Rob – dije admirada.

- Mejor, nunca se sabe el sitio que vamos a necesitar – murmuró para si mismo.

Me apoyé en él y nos miramos directamente a los ojos.

- ¿En qué estás pensando? – sonreí con dulzura, hablando muy bajito.

- Bueno, ya sabes… Con el tiempo puede que la casa se vaya quedando pequeña. Se vaya llenando.

Sentí como me daba un vuelco el corazón. Creo por un instante se paró para volver a palpitar más fuerte que nunca. Ya sabía a qué se refería, estaba segura pero quería oírlo de sus labios. Lo estaba deseando.

- ¿Por? – musité.

- Por circunstancias… - dijo encogiéndose de hombros.

- Qué circunstancias – reí emocionada. 

Rob me pareció tan tierno en ese momento… Me moría por besarle pero dejé que continuara.

- Pues… verás… - titubeó.

- Venga, escúpelo.

- Bueno, más habitantes – murmuró.

- Aja, ya. Te refieres a… ¿perros quizás?

- Perros también. Un par – sonrió.

- Perros y algo más – asentí.

- Sí, algo más... Otros habitantes.

- Habitantes más grandes.

- No muy grandes -susurró con ternura mirándome a los ojos.

- Habitantes… pequeñitos y de dos patas.

- Sí, eso es – dijo sonriéndome con toda su alma, acariciando mi mejilla.

Sentí como mi pecho se henchía de puro amor y como una oleada de cariño me obligaba a suspirar. 

Rob me sonrió y me besó apasionadamente, muy lento, mientras yo notaba mariposas en el estómago, de puro placer. 

Nuestras lenguas se enredaron y ambos caímos sobre la cama, abrazados y ansiosos el uno del otro, sin poder parar de besarnos.

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La cama se hundió por el peso de nuestros cuerpos, el calor que emanaba de ellos era embriagador. Sus labios ardientes descendieron por mi cuello. Notaba su aliento cálido con aroma a cerveza y su barba incipiente rozando mi delicada y receptiva piel.

- ¡Oh, Rob…! - suspiré con fuerza despojándole de un tirón de su camiseta.

- Dime, amor – susurró sin dejar de besarme y desnudarme a la vez.

- Odio sentirme lejos de ti. Toda esta tarde me he sentido así – gemí dolorosamente.

- Pues no te alejes, no lo hagas – jadeó.

- Házmelo – supliqué desnuda de cintura para arriba.

- Mmmmm, nena… - gruñó deslizando sus labios por mi cuello.

Mis manos surcaron su cuerpo hasta alcanzar su erección y acariciarla, abultada y dura bajos su calzoncillos. Mis insistentes caricias le hicieron bajar hasta mis pechos y alcanzar un pezón y otro entre sus labios ansiosos, chupándolos y succionándolos alternativamente hasta hacerme gemir de placer. Después, y con mucha suavidad, sus dientes los mordisquearon haciendo surgir de mi garganta intensos gruñidos de pura necesidad. 

Tiré de su ropa interior liberando su miembro que enseguida noté caliente y duro sobre mi vientre tembloroso. Me solté los pantalones y Rob tiró con fuerza de ellos sacándolos rápidamente junto con mis bragas.

Todavía con el sujetador a medio bajar me revolví bajo su cuerpo grande y fuerte y me puse a horcajadas sobre sus muslos.

- Sí… ponte encima, preciosa… - jadeó mordiéndose los labios y cerrando los ojos, en una mueca tremendamente erótica que hizo que me incorporase un poco para comprobar si estaba lo suficientemente mojada para que me penetrara ya.

El me agarraba con fuerza de la cintura rozándome, surcando mi vientre, mi espalda, subiendo hasta mis pechos que acariciaba posesivo, apretando y tirando de mis tiernos pezones, haciéndome gemir una y otra vez cada vez que sus dedos retorcían mis duros pezones sonrosados y tremendamente receptivos. Mis dedos se introdujeron entre mis pliegues tersos y surcaron mi carne hasta mi entrada. La encontré totalmente empapada y exhale un quejido impresionada de mi propia excitación. 

- Sí, eso es… tócate nena. Me encanta verte, amor.

Gemí como respuesta y deslicé mis dedos esparciendo mi humedad por todo mi sexo. 

- Me pones tan húmeda – jadeé.

- Mírame – gruñó Rob mientras lo hacía.

Le obedecí y no pude evitar gemir al contemplar el intenso deseo en su bello rostro, en sus ojos brillantes, en su cuerpo tenso aguardándome.

Retiré mis dedos de mi misma y en ese momento Rob me tomó por la cintura aferrándola con fuerza y con una potente sacudida me hizo caer sobre el penetrándome hasta lo más profundo de mi vientre.

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Subía y bajaba sobre él, cada vez más rápido, agarrada a sus manos. 'Déjate llevar', me dijo y cerré mis ojos para abandonarme a cada sensación, a cada sonido, a ese goce pulsátil, mojado y caliente.

Rob seguía mi ritmo a la perfección o era yo la que seguía el suyo. Arqueé mi espalda aferrándome a las mantas para no perder el equilibrio y la poderosa cadencia de sus embestidas hizo lo demás. Solo dejé que él se hundiese una y otra vez en mí, con toda su fuerza, hasta vaciarse mientras mi vientre le apretaba contrayéndose en un potente orgasmo simultáneo al suyo, pujante y frenético, que al concluir me hizo caer extenuada sobre su cuerpo para que me abrazara con sus brazos amorosos y su alma acogedora.

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Hicimos el amor un par de veces más a lo largo de la madrugada. Rob ya dormía mientras yo daba vueltas y vueltas en la cama completamente satisfecha, feliz pero también desvelada y fue entonces cuando me dio por pensar en su proposición y sopesarla realmente.

Estaba claro que se había referido a niños, a tener hijos conmigo. Que quería tener una vida en común conmigo, casarse quizás. Pensé que ahora era demasiado pronto para eso. No me veía de madre aun, aunque estaba segura de querer serlo, más adelante. Sí, definitivamente quería tener hijos con Rob, me dije, abrumada por el hecho de reconocerlo, allí, con él dormido a mi lado. Pero la otra parte de mí, la de la Kristen salvaje, alocada y rebelde, la que siempre quiere volar más alto, estaba asustada.

No sé porque de pronto recordé unas palabras que mi madre me dijo poco antes de separarse de mi padre: no se puede tener todo, hija. En esta vida hay que elegir más tarde o más temprano. Sobre todo siendo mujer. O te dedicas de pleno a tu carrera para poder dar el máximo de tu talento o a tu familia. La familia te hace renunciar a tu vocación, te mina la ambición porque tus hijos siempre van a ser lo primero y requerirán el máximo de tus energías, es así. Los hombres tienen la suerte de no tener que hacer ese tipo de elecciones pero nosotras sí, de momento. Pero yo ya he renunciado durante mucho tiempo a mis sueños. 

Yo la miré sin poder comprender si se refería solo a mi padre o también nos incluía a mí y a mis hermanos. Ella me vio mirarla con tristeza y extrañeza, suspiró y negó con la cabeza, como arrepintiéndose de lo que acababa de decir y concluyó: Algún día lo comprenderás.

Esas palabras resonaron en mi cabeza claras como aquel día en que se pronunciaron y de pronto sentí frío, un escalofrío que me recorrió la espina dorsal. Un miedo visceral, como un temor muy fuerte se apoderó de mí y me acurruqué entre las mantas buscando el abrigo que me brindaba el cuerpo cálido de Rob. 

...CONTINUARA...