FIC IRINA '50 Sueños de Verano' Relato 50 ''Un final con regreso VI'

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LUNES:  FanFic Robsten de Irina,      

MIÉRCOLES:  FanFic Robsten de Irina     

VIERNES: Fic '50 Sueños de Verano' de Irina

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Aviso sobre los FICS, sobre todo dirigido a las chicas más jóvenes que nos leen ya que aparecerá contenido sexual explícito, con palabras y situaciones (Lemons). Personas impresionables fácilmente  dejamos a vuestra conciencia la decisión de leerlo o no.                         

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FIC-IRINA  50 Sueños de Verano'

Cap XL "UN FINAL CON REGRESO VI"

por IRINA (Irene Mendoza)
Imágenes: Elena

En ese mismo instante, por megafonía, la voz del piloto anunciaba que se disponía a iniciar el despegue rumbo a Londres.

Las recomendaciones de seguridad rompieron nuestra conversación y la magia del encuentro.

- Parece que despegamos ya – dijo Rob con su voz suave y ese aire dulce y tímido que lo hacía parecer tan real y tan extraordinario a la vez. 

- - Eh… sí… - balbuceé.

Quería seguir hablando con Rob, continuar escuchando su hermosa y apacible voz pero una azafata se acercó instándonos, con mucha educación pero también con bastante firmeza, a que nos sentásemos en nuestros respectivos asientos.

Rob me miró, sonrió y me tendió el libro. Mis dedos rozaron los suyos por unos instantes, tan solo un leve roce. Tomé el libro de su mano y justo después, con un ademán a modo de saludo, se dio la vuelta para dirigirse a su asiento. Antes de sentarse me echó una última mirada y me sonrió con esa maravillosa sonrisa suya, dulce y sexy a la vez, que me dejó completamente aturdida, de pie junto a mi asiento.

-          - Por favor… - insistió la azafata.

-          - Sí, sí… ahora voy – musité con la vista clavada aun en su espalda.

Me dejé caer sobre el asiento trastornada, sin dejar de mirar la espalda de Rob, unos cuantos asientos por delante. Vi cómo se quitaba la gorra y estuve observándole hasta que él se sentó también y desapareció de mi campo de visión.

Me pasé el resto del vuelo con la vista fija en aquel punto del avión, mirando allí donde estaba Rob. Pensando, ideando como volver a encontrarme con él, como hablarle de nuevo.

Pensé en levantarme para ir al baño y de paso caminar hasta su asiento pero iba a parecer una patética idiota si lo hacía. Aunque era el único modo de verle una vez más.

Así estuve un buen rato, cavilando como hacerlo sin que fuese demasiado obvio pero cuando estaba a punto de levantarme, tras armarme de valor, el piloto volvió a anunciar que nos aproximábamos ya a Heathrow y que en breve íbamos a aterrizar.

Ya no había nada que hacer, el tiempo se había agotado. ´´Serás estúpida´´, pensé. ´´Siempre pensándolo todo tanto… y al final para nada´´.

Mi vida era un continuo jugar y perder en el último momento.

Pero aún me quedaba una oportunidad. Nada más aterrizar y soltarme el cinturón a toda prisa, ansiosa, me adelanté por el pasillo para llegar hasta él. Rob ya se dirigía hacia la salida del avión cuando le alcancé.

-          - Rob… espera – dije sacando todo el valor que poseía.

El se giró para mirarme y yo le tendí el libro. ´´Money´´, de Martin Amis, su lectura preferida.

-          - ¿Para mí? – preguntó alzando las cejas, sorprendido.

-          - Sí, toma. Yo ya lo he leído.

-          Muchas gracias. Debería firmarte algo al menos – dijo palpando sus bolsillos -. ¡Oh, lo siento no tengo bolígrafo!

-          - Yo tampoco – sonreí.

Los dos reímos en medio de aquella extrañísima situación en la que él sabía que yo sabía quién era y viceversa. No era el momento ni el lugar para fotografías. Los demás pasajeros intentaban salir del avión y nosotros estábamos taponando la salida. Una vez más pensé que el destino me estaba jugando una mala pasada.

-          - Lo lamento – repitió.

-          - Y yo – reconocí.

-          - De todas formas, muchas gracias – sonrió con ese increíble dulzura tan varonil.

-           - De nada – susurré.

-          Encantado de haberte conocido y espero que seas muy feliz en Londres – dijo tendiéndome la mano.

Yo se la tomé sin dejar de mirarle y con ese contacto tuve una sensación muy extraña, sentí que… que le conocía, de otro lugar, de otro tiempo. Me quedé allí, presa de ese sentimiento de déjà-vu, con mis ojos fijos en los suyos hasta que soltó mi mano y se fue, alejándose de mí con su sempiterna sonrisa y sus andares ligeros, de zancadas grandes y elegantes.

´´Adios, hasta siempre´´, pensé sin poder mover mis pies del lugar donde mi mano había estrechado la suya y con esa extraña sensación de cercanía agarrada en el pecho.

* * *

Mónica se había ocupado de todo para mi llegada y había alquilado una bonita casa con un pequeño jardín en la azotea, en el céntrico barrio londinense de Chelsea. Ella misma la había decorado con mis propios muebles traídos desde Bilbao y detalles muy míos, me conocía perfectamente. Eran muchos años siendo en el fondo más colegas que jefa y empleada. 

 

 

Años atrás había entendido perfectamente mi necesidad de huir de Londres, de olvidar a Alex y empezar una nueva vida.

 
Dejé las maletas en el hall y lo primero que hice fue ir a la cocina para prepararme un té, el primero de mi regreso. Mónica me había dejado la despensa bien provista de, entre otras cosas, mis tés favoritos: Twinings English Breakfast y Earl Grey. Me decanté por este último, más aromático con su toque de bergamota y me tomé dos tazas acompañadas de unas deliciosas galletas de mantequilla antes de subir al dormitorio. 

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Decidí acostarme muy temprano para poder habituarme de nuevo al horario británico. Retrasé una hora el reloj. La jornada laboral iba a ser larga. Ya conocía a Mónica, era dura y exigente y siempre quería lo mejor. Me iba a pedir el máximo y por supuesto yo iba dárselo.

Estaba cansada. Más por las intensas emociones del día que físicamente pero aun así me quedé dormida casi inmediatamente, sin apenas deshacer las maletas. Bostecé justo antes de perder la consciencia recordando su hermosa y franca sonrisa, su mirada limpia y su cálido apretón de manos. ´´Ta vez esta noche…´´, pensé en el umbral del sueño. Pero no hubo un nuevo sueño, no volvió a ocurrir.

* * *

Primer día en mi inmenso despacho con vistas al Támesis en la nueva sede central de la revista. Miré por la ventana y respiré hondo. ´´Tengo que llamar a Bea y Arrate hoy mismo´´, pensé.

En esas entró Mónica seguida de mi secretaria y un café largo, bien largo, el primero para poder aguantar la mañana.

-         - iBienvenida! – exclamó Mónica entusiasmada, tendiéndome un aromático capuccino -. Ya verás. Esta nueva etapa tuya en Londres será genial. Esta es Jill y va  ser tu secretaria.

-          - Hola Jill, encantada de trabajar contigo – dije tendiéndole la mano.

-          - Lo mismo digo, tu nombre te precede – me dijo apretando mi mano con fuerza.

Negué azorada, intentando quitarle importancia a aquel recibimiento que en realidad me había puesto un nudo en la garganta de la emoción.

-          - Vamos a hacer grandes cosas tú y yo y este estupendo equipo. Lo verás, me darás las gracias – sonrió Mónica apuntándome con el dedo.

-          - Sí, Mónica, sí – asentí poniendo los ojos en blanco.

-          - ¡Anda ven aquí! – dijo tendiéndome los brazos.

Ambas nos fundimos en un fuerte abrazo y tras ese momento de absurda sensiblería nos pusimos manos a la obra. Había que empezar a preparar el número de la revista de octubre.

-          - ¿Qué tienes para mí Mónica?

-       - Algo grande. Actor joven y campaña potente para su nueva película. Británico y de rabiosa actualidad gracias a su presentación en el festival de Cannes.

Miré a Mónica con los ojos como platos. ´´No. No puede ser´´, pensé.

* * *

¿30 minutos con Robert Pattinson? ¡Sí, por favor!

Me tomé las cosas con infinita paciencia cuando todo el grupo editorial se puso a darme consejos sobre qué tipo de entrevista hacerle. Algunas de las preguntas las tenía absolutamente claras. Y por supuesto no tuve que prepararme para nada. Ya tenía todas sus películas en DVD y me las había visto un montón de veces. Y la biografía me la sabía mejor que nadie, de eso estaba segura.

La rueda de prensa de la promoción de Cosmopolis se celebraba en el Hotel Myfair. Iba a ser de las primeras en entrevistarle. ´´Mejor, así Rob estará más fresco y sus respuestas serían menos repetidas y más sinceras´´, pensé.

Me arreglé con esmero pero sin pasarme. Pelo suelto, maquillaje ligero, vaqueros y chaqueta de corte impecable… Un sí es no es. ´´Quiero parecer… natural, saludable´´, me dije.

A quien quería engañar, en realidad quería parecer joven. Y podía lograr quitarme unos años de mi cara y hasta de mi cuerpo pero no tantos como para aparentar veintitantos.

´´Ya nunca más tendré 25, es un hecho´´, me dije con cordura, reconociéndolo al fin serena, consciente y sin sentirme mal con mi edad y con mi aspecto por primera vez en mucho tiempo.

Con ese estado de ánimo tan lleno de expectativas, de esperanza, salí a la calle y una ráfaga de húmedo viento norte que anunciaba el otoño me hizo atarme la chaqueta. ´´Las hojas no tardarán en caer pensé´´, y en ese mismo instante sentí que las cosas iban a ir bien, que todo estaba a punto de cambiar una vez más, que todo era posible si confiaba en mi misma.

* * *

Llegué puntual y no me hicieron esperar. Los representantes de Rob en el Reino Unido me pasaron a una de las suites, hacia la salita y allí estaba él, aguardando paciente, vestido con una camisa de cuadros sobre una camiseta blanca de pico y unos vaqueros oscuros, sentado en una butaca mientras tomaba algo que por el aroma que impregnaba la habitación supuse que era café. Rob soplaba el humeante líquido y escuchaba música con los auriculares puestos, concentrado y absorto, supuse que en  sus pensamientos y en la música.

Era bastante temprano y Rob parecía algo adormilado, con sus expresivos ojos un poco más somnolientos de lo habitual, pero al verme se levantó inmediatamente, se quitó la gorra que llevaba e hizo su característico ademán levantando sus cejas y entreabriendo levemente su boca. Al toparse conmigo me miró fijamente e hizo un rápido gesto de extrañeza.

-          - Perdona pero… ¿nos hemos visto antes? – preguntó apretando mi mano por segunda vez en menos de 48 horas.

-          - Eh, sí ayer en… - balbuceé.

-          - ¡En el avión! Sí, ya recuerdo… el libro – sonrió asintiendo.

-          - Eso es – dije emocionada de que me hubiese reconocido.

Aguardó a que me sentase antes de hacerlo él y se removió en el asiento un par de veces, acomodándose los pantalones. Me di cuenta de sus denodados esfuerzos por ahuyentar su evidente timidez y eso me conmovió. 

-          - Espero que no te moleste que fume – dijo él.

-          - ¿Qué fumas? – pregunté para romper el hielo y hacérselo un poco más fácil.

Aunque la verdad es que allí no había hielo, nada frío, absolutamente nada. No me había equivocado con mi primera percepción de él en el avión. Rob era cálido, suave, amigable. Tenía cara de… buena persona. Y enseguida me sentí cómoda sentada a su lado.

-          - Mis cigarrillos electrónicos. Estoy intentando dejarlo – dijo mirando el aparatito en cuestión -. ¿Sabes? cada cigarrillo puede ser fumado tanto como te costaría terminarte un paquete de cigarros. Y si para de brillar lo tiras. Igual que los cigarros reales. ¡Oh Dios!, sueno como un vendedor de cigarrillos electrónicos. Suena… ridículo. ¿Quieres uno?

-          - Pues no sé. No fumo pero… - reí mirándole con cariño.

-          - Tú me regalaste un libro. Tu regalo es mejor pero a falta de un buen libro…

-          - Lo acepto. Gracias – sonreí sinceramente, cogiendo el extraño invento de manos de Rob.

Lo sostuve en mi mano y ahí lo tuve durante toda la entrevista.

-          - Creo que debo preguntarte algo acerca de la película pero…

-          - Pero no te apetece – rió.

-          - Exacto – sonreí -. ¿Puedo… llamarte Rob?

-          - Claro hazlo, ya nos conocemos – rió.

-          - En realidad tengo un montón de preguntas que me han sugerido pero no me gusta ninguna, la verdad.

- Asintió con una sonrisa.

-          - Pregunta lo que quieras no lo que te hayan escrito.

-          - ¿Qué escuchas? – comencé atrevida.

No me respondió, simplemente se quitó el auricular y me lo pasó.

-          - ¡Neil Young! Me encanta – asentí.

-          - Es genial ¿verdad?

Rob se rió y tuve la agradable sensación de que le estaba divirtiendo nuestra extraña charla. No iba a hacerle preguntas incómodas, estaba decidido. En un par de minutos Rob se había ganado todo mi respeto. En la redacción, delante de Mónica, me negué a preguntarle por su vida privada. Además estaba segura de que no iba a contestarme.

* * *

La conversación derivó por cauces inesperados. Comenzamos conversando acerca de Londres, de las Olimpiadas, y terminamos por hablar del cine actual. Rob tenía unas ideas muy certeras acerca de la industria y me maravilló su lucidez y su valentía. Después la charla se puso algo más seria.

-          - Mi vida es muy complicada, en serio. Ha cambiado tanto en tan poco tiempo… es decir… - murmuró esto último en voz baja, haciendo un gesto como de explosión con las manos y con su expresivo rostro.

Esa frase sin terminar fue lo único que dejo caer acerca de sus sentimientos. Lo supe, supe que le abrumaban, que era una persona muy emocional y capté una especie de melancolía en sus ojos.

(El final de esta historia el viernes próximo en EPILOGO)