FanFIC no.136 'Noches por Vancouver.Rob'

Somos un Blog ROBsessed, donde solo deseamos seguir contando la versión de Irina en la historia Robsten como lo veníamos haciendo anteriormente. Este FanFic es parte medular de este Blog ROBERT PATTINSON EN ESPAÑOL, razón por la cual  suplicamos RESPETO al comentar los relatos. Si No os sentís preparados para leerlos No lo hagáis, eso no va a ofender a Irina. Pero rogamos evitéis críticas destructivas que si pueden molestar mucho y crear mal ambiente en el Blog.

NOTA: A PARTIR DE HOY ESTE FIC IRINA SE PUBLICA LUNES Y JUEVES

Asi quedarán organizados los FICs en este blog:

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FanFIC no.136

"NOCHES DE VANCOUVER. ROB"
Imágenes: Elena

En Vancouver siempre habíamos pasado bastante desapercibidos y con las suficientes precauciones podíamos movernos con relativa facilidad por la ciudad pero a principio de marzo tuvimos que cambiarnos de hotel porque fuimos descubiertos. 

Nos trasladamos del Hotel Sutton Place al Sheraton de Vancouver, con nombres falsos. El mismo hotel que durante el rodaje de Eclipse. 

Todo por culpa de un paseo a medianoche en el que Kristen y yo caminábamos con un par de amigos, Nettie y su novio, que habían venido a pasar unos días desde Inglaterra. 


Íbamos vestidos de negro, con capuchas, totalmente camuflados y de la mano, caminando por House Street, a pocas manzanas del hotel. 

Habíamos estado cenando en un bar de tapas españolas, en ´´La Bodega´´, y nos acompañaba el asistente de Kristen, cuya principal ocupación ahora era el ser paseador oficial de Bear mientras rodábamos. De pronto alguien nos reconoció en la oscuridad de la noche y comenzó a seguirnos. En un momento dado nos adelantó y junto con varios curioso más comenzó a sacarnos fotos. 

La gente a veces es ridícula. Ve a alguien sacando fotos a los que parecen unos famosos y aunque no sepan ni de quien se trata se ponen a hacer lo mismo, sin pensar.

John, el asistente de Kristen, les pidió que parasen de fotografiarnos, que estaban molestando y mientras, yo intenté tapar a Kristen poniéndome delante de ella. Ella se puso tensa con la situación y pude notar como apretaba mi mano con fuerza para que no se la soltase.

En el hotel nos avisaron que al día siguiente varias personas habían intentado entrar preguntando por los actores de Crepúsculo y decidimos mudarnos.

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El 9 de marzo nos trasladamos a Pemberton Valley, una de las localizaciones al norte de Vancouver, para grabar escenas con el Clan Delani. 


El fin de semana no teníamos grabaciones así que nos quedamos en Vancouver para un fin de semana de compras y cenas.

Kristen decidió entrar en la boutique de Michael Kors, modisto cuyo estilo de ropa le gustaba, al parecer. La dependienta nos reconoció y como era a última hora de la jornada decidió cerrar la tienda para que no entrase nadie más y que tuviésemos más privacidad. Tan solo un par de clientas de confianza se quedaron en el interior finalizando sus compras. Kristen eligió un par de vestidos, uno rosa y otro marrón. Ambos cortos.

- ¿Te gustan? – preguntó Kristen mostrándomelos -. Ruth dice que tengo que visitar boutiques para ´´empaparme´´ de moda. Pero creo que son demasiado cortos ¿no?

- Para nada. Esas preciosas piernas es un delito llevarlas tapadas – reí.

- Por esa regla de tres y según tú, debería llevar el culo al aire – me soltó.

- Uhmmm, desde luego, preciosa – sonreí acercándome a ella con picardía.

- ¡Anda, quita! – rió apartándose de mí -. Voy a probármelos.

- ¿Te espero fuera? – dije retirando la cortina un poco para dejarla pasar, haciéndome el inocente pero con una sonrisa llena de ironía.

- Si, así me das tu opinión – asintió sin el propósito de dejarme entrar.

- ¿Desde cuándo te importa mi opinión? – dije cerrando la cortina.

- Desde hoy.

Y se metió al probador. Estuvo un buen rato. Yo me quedé en un sofá de la sala de probadores ojeando unas anodinas revistas de moda. De vez en cuando llegaban hasta mí sus expresivos resoplidos de frustración. 

Al rato, Kristen salió con uno de ellos puesto, el de color marrón.

- ¿Qué tal? – preguntó no muy convencida.

- Un poco serio – dije arrugando la nariz.

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Entró de nuevo al probador, escuche la cremallera bajar y al poco salió con el vestido de color rosa.

- ¿Y este?

- Muy rosa – reí.

Puso los ojos en blanco y bufó.

- ¿Pero cuál te gusta más? – me insistió.

- El rosa – asentí.

- ¡A mí el marrón! – lloriqueó Kristen.

Volvió a meterse al probador y la escuché emitir extraños ruidos, como si forcejeara con algo.

- Pero me da igual, preciosa. Estás estupenda con los dos – le dije desde fuera.

- Rob… - llamó.

- ¿Qué, nena? – dije levantándome.

- No puedo bajar la cremallera. ¿Puedes ayudarme? No quiero estropear el vestido.

Sonreí y entré en el probador. Kristen tenía puesto el vestidito rosa palo, corto palabra de honor, de satén, que le quedaba como un guante y le marcaba su estupendo trasero de maravilla. Busqué la cremallera y tiré de ella con suavidad. No bajaba. Volví a tirar con más fuerza y esta cedió un poco. Lentamente bajé la cremallera del vestido dejando su hermosa espalda al descubierto, mientras rozaba levemente su piel nívea con mis dedos.

- Gracias. Rob – sonrió -.Ya puedes salir.

- ¿Quieres que salga? – susurré con intención sobre su cuello.

Se giró, me miró desafiante y no contestó. Estaba allí, en ese pequeño espacio cerrado, con ella descalza, desvistiéndose ante mí. Sonreí admirando como se quitaba el vestido muy despacio, sin dejar de mirarme, quedándose desnuda de cintura para arriba. La contemplé con codicia y ella me sostuvo la mirada mordiéndose el labio provocativa.

Me acerqué a su pequeño cuerpo, tomé sus rostro entre mis manos y la besé lentamente en los labios. Kristen me correspondió enredando su lengua con la mía. Me apreté a ella sintiendo sus pequeños pechos contra mi cuerpo. Gemí suavemente en su boca al notar el calor y la presión de su tierna carne desnuda sobre mi ropa.

Me estaba excitando muchísimo y a gran velocidad. Impulsé un poco mis caderas contra su bajo vientre para que notase mi erección y subí mis manos, que estaban posadas en sus caderas, hasta sus pechos, acariciando su cintura a mi paso. Abarqué sus pequeños y redondos pechos con mis manos, presionando sus tiernos pezones sonrosados y no pude reprimirme, agaché la cabeza y agarré uno de sus pezones entre mis labios, succionando con fuerza y luego el otro, chupándolo con deleite. Kristen suspiró quedamente pero de un modo realmente lascivo y mi miembro saltó de ganas dentro de mis pantalones. Al sentirlo se arqueó jadeando y se apretó contra mi dura erección. 

Regresé a sus labios sin dejar de pellizcar sus exquisitos y sensibles pezones. Su pequeña mano bajó desde mi pecho hasta mi entrepierna y con ella abierta, masajeó mi miembro haciéndome gemir de placer. Su mano no se detuvo ahí. Continuó frotando mi erección por encima de mis pantalones mientras yo me impulsaba contra su mano con ansia. Estábamos a punto de hacerlo, acalorados y afanosos, cuando un leve soplo de cordura, proporcionado por el cambio de melodía en el hilo musical de la tienda, me hizo darme cuenta de donde nos encontrábamos.

- Estamos en un probador, amor – susurré anhelante.

- Lo sé – murmuró con la voz ronca y entrecortada sonriendo con descaro.

- Me encantaría hacértelo, ahora mismo… pero aquí… - jadeé.

- A mí también me apetece muchísimo pero este no es el lugar. Tienes razón. No podemos – susurró, con las mejillas sonrosadas, los labios rojos y húmedos, los ojos brillantes de deseo, perfecta.

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Kristen se decidió por el vestido rosa y yo se lo compré encantado. Mientras estaba pagando no pudo evitar dejar escapar un perfecto suspiro de frustrado placer que me hizo sonreír con picardía.

Fuimos a cenar otra vez a ´´La Bodega´´ y entre copa de vino tinto y tapa, algo borrachos y sentados muy juntos, Kristen continuó. No paraba quieta, arrimándose a mí, acariciando mi pierna, metiendo su mano bajo la mesa para posarla en mi entrepierna, volviéndome loco de deseo con sus arrumacos y toqueteos. 

- Como sigas así, no me voy a poder levantar, preciosa. O eso o te tendré que llevar a un lugar más privado con urgencia – cuchicheé sonriendo en su oído, antes de morderle el lóbulo de la oreja y hacerle gemir quedamente.

- Hazlo, salgamos fuera haciendo que vamos a fumar. Quiero que me toques – susurró con ansia en mi oído.

Y no pude más. La agarré de la mano levantándome de golpe, con la chaqueta de cuero colocada estratégicamente delante de mí para esconder mi abultada erección y dejando un dineral sobre la mesa como pago. Kristen apenas tuvo tiempo de agarrar la bolsa con el vestido que acababa de comprar. La llevé rápidamente hasta la puerta trasera del local. Ya nos conocían y para nosotros estaba permitido salir por allí. La apoyé contra la pared con urgencia y me apreté violentamente contra su menudo cuerpo, metiéndole las manos bajo el abrigo, buscando con avidez sus pechos, acariciándolos mientras mi lengua saboreaba la suya sin descanso. Ella se soltó los pantalones e inmediatamente metí mi mano entre sus muslos, retiré la tela que cubría su sexo y mis dedos se deslizaron hasta sus suaves y tiernos labios. 

Tampoco allí podíamos hacerlo pero ya me daba igual. Comencé a acariciar sus blandos y húmedos pliegues hasta que alcancé su clítoris. Presioné y Kristen gimió quedamente levantando una pequeña nube de vapor con su cálido aliento. Yo la besaba sin cesar intentando aplacar sus dulces jadeos. Sabía que no conseguiría culminar mi deseo, solo el de ella, pero no me importó. 

La acaricié, apreté y penetré con mis dedos hasta que noté como todo su cuerpo se tensaba abandonándose al placer. Su voz se quebró justo cuando su vientre comenzaba a vibrar. Mis dedos notaron su increíble palpitar y me apoyé sobre ella, con el pulso golpeando con fuerza en mi miembro pero sin llegar a eyacular. Kristen cerró los ojos entre convulsiones de placer, gimiendo sin cesar y recostó su cabeza en mi pecho mientras la abrazaba con fuerza, sosteniéndola.

Después abrió los ojos sonriendo como adormecida y la besé una vez más, deseándola con furia, dolorido y sobrecogido ante su placer.

- Te debo una – suspiró.

- Ya lo creo, nena – susurré sin voz.

- ¿Qué nos pasa esta noche? – rió con la voz entrecortada.

- No tengo ni idea, amor pero vámonos al hotel y lo descubrimos juntos.

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En el taxi de vuelta continuamos acariciándonos con frenesí, en silencio, incitándonos el uno al otro bajo la ropa y en cuanto llegamos a la habitación del hotel y cerramos la puerta me abalancé sobre ella como un poseso y casi sin desnudarla, apenas bajando sus pantalones y sus braguitas, la penetré sujetándola contra la puerta por detrás de las rodillas, sin esperar un solo segundo más para perderme dentro de ella y derramarme por fin, jadeando sin cesar, loco de amor y de placer.