FanFIC no.159. 'La piel tiene memoria. Kristen'.

NOTA: EL FIC ROBSTEN DE IRINA SE PUBLICA LOS LUNES Y JUEVES

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                                                                                                    FanFICno.159

"LA PIEL TIENE MEMORIA.

KRISTEN."

A veces el cuerpo va dos pasos por delante de la mente y la razón. Y la piel tiene memoria, estoy segura de ello.

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Me vestí en el taxi, a toda prisa, con el conductor mirando asombrado por el retrovisor, en dirección a West Hollywood. Podía mirar lo que quisiera, me daba igual. Tenía cosas más importantes en la cabeza. Tenía a Rob en mi cabeza, solo a él.

Rebusqué nerviosa en el pequeño bolso de viaje que me había dado Ruth y saqué mi monedero para pagar al taxista y mis gafas de sol para ponérmelas. ´´Menos mal que ella es la que se ocupa de estas cosas´´, pensé agradecida. El precioso vestido de la gala de los Oscar no me cabía en el bolso y se quedó allí, en el asiento trasero.

-          Puede venderlo – le dije al alucinado taxista, justo al ir a cerrar la puerta -.  Es de Elie Saab. En eBuy le darán una pasta por este vestido si dice que con él ganó el Oscar Kristen Stewart.

´´Me tocará pagarlo pero para algo soy millonaria´´, me dije y cerré la puerta toda digna.

Entré en el hotel Le Petite Hermitage con mis vaqueros, mi camiseta y mi sudadera y las gafas de sol puestas. Son mi única manera de pasar medianamente desapercibida, mi camuflaje, o al menos la manera  de que yo me sienta menos observada. Y me calcé mis Louboutines, que con la sudadera a juego me parecieron grotescos. ´´Parezco Lady Gaga´´, pensé intentando reírme de mi misma para no ponerme más nerviosa.

´´Rob sigue siendo todo un hombre de costumbres´´, pensé. Ya habíamos pasado una par de noches en el Petit Hermitage nada más adoptar a Bear, en 2011, y le había gustado mucho, recordé con una sonrisa.

No tardé en quitarme los molestos zapatos y guardarlos en el bolso. Tenía los pies doloridos y no era capaz de dar un paso con ellos. Dean me esperaba en la entrada y me saludó con cariño pero guardando las distancias. El siempre tan profesional. Me condujo con discreción hasta la planta donde estaba la suite de Rob, por el ascensor de servicio y me acompañó por el pasillo, es silencio, hasta su puerta.

El corazón me latía furioso en la garganta, en los oídos, en mi vientre, en todos los lugares menos en donde debía.

Dean llamó a la puerta y está se abrió. Ahí estaba Rob mirándome como si no creyese lo que veía y al reconocerme la felicidad y el alivio se reflejaron en su rostro. Su hermosa imagen me golpeó con fuerza, parecía cansado, exhausto.

-          Gracias Dean – susurró sin apartar sus ojos de los míos.

Dean me sonrió y se fue por el pasillo.

No se movió de la puerta, con una mano en el bolsillo, allí, frente a mí, me pareció más alto que nunca, más fuerte, imponente y masculino y de pronto me sentí pequeña e insegura en su irresistible presencia. 

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Me fijé en su piel, la piel de alrededor de sus ojos, tan suave y delicada. Ya manifestaba el paso de los años, con finas arrugas de expresión que anunciaban el atractivo hombre maduro que sería en unos años. Pero enseguida me quedé prisionera de sus inmensos ojos azules, de su mirada cálida, dulce y amable, tan distinta a lo que su cuerpo expresaba y me decidí.

-          Te he traído tu pañuelo. ¿Puedo pasar?

Continuaba absorto en mí, analizando mis ojos, mi boca, sin moverse. En la habitación sonaba Tracy Chapman y aquella preciosa canción de amor y perdón. La letra podía aplicarse a todo lo que yo sentía en ese momento.

Pero puedo decirte nena
Puedo abrazar esta noche nena
Quizás si yo dijera las palabras correctas
En el momento correcto tú serás mía

-          Sí.. sí, claro. Lo siento  - dijo titubeando e invitándome a entrar.

Sonreí, seguía siendo tan inglés… siempre disculpándose, pensé con ternura. Y ese pensamiento me tranquilizó.

Entré a la suite y el me cedió el paso aun en silencio. La tensión era insoportable.

-          ¿Quieres tomar algo? – me ofreció con timidez.

-          ¿Qué estás tomando tú?

-          Bourbon.

-          ¿Bourbon? – sonreí extrañada.

´´No es su estilo´´, pensé.

-        No había whisky, ni vodka y necesitaba algo fuerte – se justificó tocándose el pelo nervioso.

-          Pues ponme otro por favor, con un poco de hielo.

´  ´´Yo también necesito algo fuerte´´, pensé.

   Mientras me servía el bourbon, me fijé en Rob, en sus hombros marcados, en su espalda, de la que se adivinaban los músculos bajo la camisa blanca. Me acercó el vaso y fascinada, me perdí en su contemplación, el modo en que caminaba, a pasos grandes, elegante, felino. Se había quitado la pajarita y soltado dos o tres botones de la camisa que abierta dejaba entrever su pecho. Podía ver su vello asomando y deseé intensamente acariciarlo, enredar mis dedos en él, recorrerlo bajando hasta su vientre. Algo muy cálido y dulce comenzó a propagarse por mi interior. La camisa la llevaba remangada hasta los codos. Admiré sus fuertes brazos y quise que me abrazara con ellos, que me apretara contra su pecho que se intuía bajo el blanco algodón. Ansié aferrarme a él y perderme en su calor y en su olor.

Te amo
Es todo lo que te puedo decir
Los años pasados y todavía
Las palabras no vienen fácilmente
Como te amo, te amo

Mi mano alcanzó el vaso y rozó la suya levemente. Entonces sentí como una cálida corriente de puro placer me subía desde la punta de los dedos y se dispersaba por todo mi cuerpo dejándome una sensación de debilidad, como si me derritiera. Le amaba tanto y estaba tan cerca… apenas a tres pasos de mí.

Me mordí el labio casi sin darme cuenta y al mirarle comprobé como sus ojos se abrían ansiosos mientras que sus labios rojos y húmedos permanecían tentadoramente entreabiertos. Esa imagen me perturbó de tal forma que noté como mi cuerpo se tensaba de deseo. Di un sorbo al bourbon, que me calentó la garganta, sin levantar la mirada del vaso. Carraspeé sintiendo aun sus ojos fijos en mi cuerpo, notando como la respiración de Rob se había vuelto más pesada y sentí como mi interior se dilataba de ganas.

Estaba alterándole, lo notaba, y él debía estar sintiendo lo mismo en mí, estaba segura. Notaba la terrible carga erótica que desprendíamos los dos. Levanté la vista y Rob se giró para caminar unos pasos por la sala de estar de la suite. Respiró profundamente y se pasó la mano por el pelo de espaldas a mí y sentí como la desesperación y la impaciencia me poseían. ¿No iba a decirme nada? ¿Qué estaba pasando por su cabeza?

No esperé más me acerqué sin que él se volviera hacia mí. Notaba su respiración subiendo y bajando acompasada.  Estuve tentada de aferrarme a su cuerpo, abrazarle sin avisar.

-          Rob… ¿Qué hago aquí?

Se dio la vuelta y me miró con una infinita y dulce tristeza. Parecía que mis palabras le habían dolido.

-          No lo sé, Kristen. Tú deberías saberlo mejor que nadie – susurró y su voz suave y cálida casi me hizo temblar de necesidad.

No pude soportar más la tensión y dejé escapar un intenso suspiro que me permitió continuar respirando e inmediatamente Rob abrió los ojos desmesuradamente y en un par de zancadas me alcanzó tomando mi rostro entre sus manos, mirándome preocupado.

-          Estoy… asustada – susurré sin poder mirarle a los ojos.

-          ¿De mí? – preguntó desolado levantando mi rostro para que le mirase -. Mírame. No me temas preciosa.

Ese modo de llamarme, como siempre, me hizo sentirme tan dichosa que casi me eché a reír y a llorar a la vez. Pero eso desconcertó más aun a Rob que suspiró ansioso.

-          ¿Cómo voy a tenerte miedo a ti? – dije mirándole con mi más sincera ternura.

Acaricié suavemente su bello rostro para aplacar su confusión. Nada más sentir mi tacto Rob inspiró con fuerza y yo contuve el aliento esperando lo siguiente con avidez. Nos miramos en silencio y cuando él alzó despacio una mano para acariciar mi mejilla, mi corazón golpeó potente en mi pecho. Me ardían las manos, ansiosas por volver a tocarlo.

Al acariciarme rozó con su pulgar mis labios. Dejé escapar un gemido tembloroso y ya no hubo marcha atrás. El contacto de la yema de su dedo con la piel de mis labios fue algo enloquecedor, un reencuentro salvaje, piel con piel, que activó un sinfín de recuerdos deliciosos y despertó todos mis sentidos. Temblé de gusto y cerré los ojos mientras Rob suspiraba con fuerza.

-          ¿Qué es lo que temes? Quiero saberlo Kristen – imploró de pronto.

¿Tenía dudas? Abrí los ojos y le encontré mirando mi rostro con una intensidad que me dejaba sin aliento.

-          A mí, a mí misma – dije bajando la cabeza avergonzada.

-          ¡No, no! No tengas miedo mi niña – susurró tomándome entre sus brazos, cerrándolos con fuerza en torno a mi cuerpo, contra su pecho -. Eres mi niña…

Nos abrazamos con fuerza. Inspiré su aroma y me di cuenta de que su olor era el mismo de siempre y su cuerpo y la dureza de su pecho y su calor.

-          Sé que… que he cometido errores pero no los cometo dos veces, yo… - dije sobre su cálido pecho.

-          Shhhh, es pasado, Kristen. Ya no importa, no importa. Ya no existe el pasado. Solo existe esto, ahora, tu y yo – dijo riendo y aligerando mi alma de todos mis pesares con esa risa suya tan maravillosa.

-          Me siento tan bien, tan segura entre tus brazos… – suspiré con fuerza -. Sé que si tú me abrazas no pude ocurrirme nada malo.

-          ¡Oh, nena! – gimió abrazándome más fuerte aun.

-          Lo que ponía en la nota… - dije con miedo, alzando la mirada hacia la suya.

-          Dime – sonrió.

Los ojos le brillaban de alegría.

-          ¿Aun me… amas? – pregunté con un hilo de voz.

-          Claro que sí, amor. Con toda mi alma, mi mente y mi cuerpo – susurró besando mi frente haciendo que mi corazón se hinchase de puro amor.

-          Yo… yo también a ti. Te amo… te necesito – dije en un susurro atolondrado.

-          Déjame cuidarte y mimarte, mi vida – continuó besando mi pelo, con la voz quebrada por la emoción –. No debí… Nunca debí…

-          Calla… – susurré agónicamente -. Calla y bésame.

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Posó sus labios sobre los míos, muy lentamente. Noté sus aliento cálido torturándome y su boca presionando suavemente, justo donde solía succionar y mordisquear mi boca, en el labio superior. Entreabrió un poco mis labios con su lengua, yo contuve la respiración y después me besó con fuerza, por fin, profundamente necesitado. Su legua entró reclamando la mía con un ronco jadeo. Sentía el excitante roce de su barba en mi piel, el pulso martilleando frenético en su pecho y algo cálido y familiar licuándose por todo mi ser, llegando hasta mis entrañas.  

Yo estaba ansiosa, como la primera vez, solo que sabía lo que vendría después y eso hizo que gimiese por anticipado de pura necesidad. El efecto que su beso tenía sobre mí seguía siendo el mismo, totalmente excitante y devastador.

Nos besamos, de forma salvaje, apasionada, hambrienta y desesperada. ´

´¡Es este, este es el beso que he estado esperando toda la noche, todos esos malditos cinco años!´´, pensé colmada y triunfal.

Me abandoné a ese sediento beso y a lo que provocaba en mi cuerpo, como antaño, nada había cambiado. Todo mi ser temblaba de ganas. Mi cuerpo y mi mente respondían de la misma manera.
 

Su lengua en mi boca enredándose con la mía, su aliento en mi aliento, su saliva mezclándose con mi saliva, su sabor, mi sabor. Todo tan increíblemente sensual…

Mis manos se posaron en su pecho mientras las suyas, posesivas y urgentes, lo hacían en mi cintura, bajando hasta mi trasero mientras las mías se deslizaron por su pecho hasta su abdomen. Entonces comencé a sentí crecer su erección contra mi vientre y me contraje de anticipado placer sintiendo como me humedecía sin remedio. Necesitaba su piel desnuda en contacto con la mía, con urgencia.

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La piel volvía a ser consiente, recordaba nuestros besos, los había guardado y demandaba su placer, el que le debíamos y todo fue como debió ser siempre porque nuestra piel había guardado la memoria de nuestras otras veces, del amor y el placer concedido y tomado y ahora nos lo reclamaba.

Cuando Rob rompió el beso me dejó sin aliento, jadeante y ansiosa. No pude decir ni pensar nada porque inmediatamente, aturdida mientras contemplaba sus ojos cargados de deseo, noté como tiraba de mí, exigente, tomándome apresuradamente de la mano y ya solo me quedó dejarme arrastrar hasta la cama.