FIC GRANDES ESPERANZAS - Capitulo 1 (Por Irina)

FIC GRANDES ESPERANZAS

**Capitulo 1**

Autor: Irene Mendoza

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Fue aquél un día memorable para mí, porque me trajo grandes cambios. Pero en todas las vidas ocurre lo mismo. Imaginad que se suprime de ellas un día determinado, y pensad cuán diferente habría sido su curso. Deteneos los que esto leéis a pensar por un momento en la larga cadena de hierro y oro, de espinas y flores, que nunca os hubiera atado de no haber sido por un primer eslabón que se formó en un día memorable.

´´Grandes Esperanzas´´. Charles Dickens.

* * *

Capítulo I: ´´Yellow´´

Pongamos que me llamo Mark y que ella se llamaba Frank. Ambos con ´´k´´.

En realidad es Marc, con ´´c´´, de Marcus, pero me lo cambié porque pensaba que sonaba mejor con mi apellido, Gallagher. Soy Marcus Declan Philippe. El segundo por mi abuelo paterno y el tercero por mi abuelo materno, un cajun de Lousianna.

Mi amigo ´´Pocket´´ me dijo que sonaba mejor. El tampoco se llama así, pero se había leído ´´Grandes Esperanzas´´ a los 10 años y le había gustado el personaje del amigo de Pip, porque nuestra amistad había comenzado igual que la de ellos, por culpa de una pelea. El libro se lo había prestado mi padre.

´´Pocket´´ es Jamal Moore, de Forest Hill, nuestro barrio en Queens, de donde son los Ramones y Spiderman. Y aunque tiene apellido irlandés, como yo, él es negro, negrísimo y yo el ´´blancucho´´, como él me llama, pero es y será mi mejor amigo y quien hizo posible que conociese a Frank.

En mi vida he sido chico de los recados, camarero, paseador de perros, dependiente de zapatería, modelo y actor ocasional.  Lo que se tercie, aunque en realidad me considero pianista. Bueno, me dedico a tocar jazz por los abrevaderos de N.Y. No se gana gran cosa pero me encanta tocar el piano, soy feliz mientras toco. Lo demás solo lo hago para poder comer.

Aunque lo que me encantaría de verdad sería ser pianista de jazz en la Costa Azul, creo que eso es lo más parecido a un sueño que he tenido jamás.

Nunca gano lo suficiente para lograr irme a Francia pero tampoco pierdo la esperanza. Mis posesiones más preciadas son mi piano y mis 6 camisas a medida que me hice gracias a mi último sueldo como modelo a los 21. Siete años más tarde ya no tengo cara de niño y sí mucho pelo en el pecho por lo que no he vuelto a conseguir trabajo como efebo. Aunque aún me valen las camisas y están como el primer día. La calidad se nota.

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´´Pocket´´ dice que soy un tío raro, como pasado de moda y que mi verdadera posesión es mi sonrisa. Y su madre, Charmaine, que es cierto y que me parezco muchísimo a ese actor inglés, el tal Pattinson, que la trae loca.

No es por dármelas de guaperas pero podría ser su doble. Tengo sus cejas, ojos entre azules y grises, su estupenda cabellera, muy buena planta y mejores modales, herencia de mi padre. Tengo que reconocer que le imito un poco al tal Pattinson, a él y a Jean Paul Belmondo en ´´Al final de la escapada´´, me encanta esa película. Y gracias a eso y a mi sonrisa he conseguido todo. Empezando por los trabajos. Todos los he logrado gracias a esa sonrisa torcida y canalla.

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Esa mañana de diciembre me desperté con la sensación de que ese día no iba a ser como los demás, que algo estaba a punto de suceder, algo  que me iba a cambiar la vida. Era la misma sensación que se tiene cuando unos sueña y nada más despertar aún tiene la certeza de lo que ha soñado pero solo un poco después ya no lo recuerda.

Aquella mañana, en el gimnasio donde ´´Pocket´´ y yo nos poníamos en forma boxeando y  tras acudir a mi último y desastroso casting como modelo, mi amigo me ofreció un trabajo: ser el chofer de la hija de un millonario. Acababan de despedir a uno de los trabajadores por llegar ´´puesto´´ y necesitaban a alguien para esa noche.

-          Tú conduces muy bien, tío, no bebes, no te drogas. Pasas el examen médico previo sin problemas. ¿Qué tienes que perder? – dijo ´´Pocket´´. 

-          La paciencia – sonreí con sarcasmo -. Además, no me gustan los uniformes. 

-          Solo tienes que llevar un traje oscuro, corbata y camisa blanca. ¡Estarás elegante y eso te gusta, tío! 

-          No creo que… - bufé negando con la cabeza. 

-          ¡Venga, joder! En realidad lo que no te gusta es que te manden, te conozco. Pero pagan bien, soy el encargado y mi jefe es un tipo legal, no tendrás problemas – dijo dándome una palmada en la espalda -. Lo de modelo olvídalo. No vas a conseguir ser como ese que se ha ´´calzado´´ a la Hilton, eres viejo. 

-          ¿Viejo? – exclamé sorprendido y dolido en mi orgullo. 

-          Sí, tienes casi 30, tío. 

-          ¡Solo tengo 27! 

-          28, tenemos la misma edad, ¿recuerdas? ¡Venga! Mi jefe no paga mal.

´´Es un buen trabajo. El tipo es anónimo. Los famosos solo dan problemas´´, dijo ´´Pocket´´.

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Pensé en mi padre. Siempre fue un buen hombre, honrado y sincero, no como yo. Yo no soy un buen chico. El siempre hizo lo correcto y no logró nada en la vida salvo una cirrosis que se lo llevó a la tumba. A mí no me iba a pasar lo mismo, me dije cuando murió. Iba a tomar de la vida lo que quisiese sin pedir permiso a nadie.

Mi padre hizo algo bueno por mí, me enseñó a tocar el piano. El solo fue el hijo de un emigrante irlandés, un perdedor, uno más de todos los malditos descendientes de irlandeses que llegaron a N. Y. con mil esperanzas y que jamás consiguieron nada del famoso sueño americano, salvo ahogarlo en alcohol.

Como me dijo antes de morir: no hay una olla de oro al final del arcoíris.

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Aidan Gallagher, neoyorkino de Queens, era mi padre y tocaba el piano como nadie. Era su don. El decía que todos tenemos un don. Nunca supe donde aprendió. En realidad sé muy poco de él. Solo que jamás dejó de querer a mi madre, una chica venida del sur, descendiente de franceses, que le abandonó al año de nacer yo para triunfar en Hollywood. Creo que solo la amó a ella porque jamás se le volvió a ver con ninguna otra mujer.

Mi padre era culto. Leía a James Joyce y a Scott Fitzgerald con veneración, a los clásicos de la literatura inglesa y le encantaba el cine, el jazz, Van Morrison y los Mets tanto como la cerveza y el whisky. Mientras pudo trabajó en big bands para fiestas privadas de los ricos de Manhattan pero cuando mi madre se fue y la adicción tomó el mando se escondió en garitos de mala muerte donde yo le esperaba dormido a que terminase de tocar y cobrase, para sacarlo a rastras de ellos antes de que se lo gastase todo en alcohol y no en comida. Pero nunca tuve mucha suerte en esa tarea y creo que sobreviví gracias a la madre de ´´Pocket´´ y su deliciosa comida.

Un día ya no pudo tocar, le temblaban demasiado las manos y tuve que dejar de estudiar para cuidarle y ponerme a trabajar. Me quería, a su manera y siempre deseó que yo fuese a la universidad porque yo era un buen estudiante pero no pudo ser.

Pronto me di cuenta, junto con Jamal, de que eso de ganarse la vida no iba a ser tan sencillo pero enseguida comprendí que contaba con un arma poderosa: mi físico.

Y unido a eso, mi encanto con las mujeres. Soy simpático, buen conversador y las hago reír. Desde que tengo 14 años todas han querido lo mismo de mí y a cambio yo he conseguido lo que he querido de ellas. Suelo beneficiarme primero a la madre y luego a la hija, la edad no es problema. Solo tienen que ser mayores de 18 y menores de… pongamos más de 50 pero muy bien llevados, eso sí. Y ricas, claro.

No penséis mal, no soy el típico crápula, caradura y machista, a mí me encantan las mujeres. Me llevo genial con ellas. Creo que son mucho más inteligentes, profundas y sutiles que nosotros. Nos dan cien mil vueltas a los hombres y me encanta estar en su compañía.

Reconozco que todo lo que he conseguido y he aprendido  en esta vida ha sido gracias a bellas damas, aburridas de sus maridos ocupados y distantes, que solo quieren divertirse un rato y que a cambio de compañía, charla y sexo me tratan bien. Me llevan a comer y a cenar, me compran cosas bonitas, me invitan a fiestas y lugares con clase y de vez en cuando me consiguen un trabajo. En mi defensa diré que solo intento sobrevivir con las armas que poseo. Llegué a trabajar de jardinero de una rica y hermosa dama de la que no puedo decir el nombre. Su marido se enteró y tuve que salir por pies. Esto también tiene su peligro.

Pero llevaba una mala racha, la famosa crisis mundial aún golpeaba con fuerza Nueva York y había mucha competencia, así que tuve que aceptar el trabajo que me ofrecía ´´Pocket´´.

Era fácil. Solo tenía que estar disponible para pasear a la hija de un millonario y mantenerme sobrio siempre. No era un problema. Yo no bebo, no quiero ser como mi padre. Tengo mis vicios, claro pero son pocos, tabaco, mujeres con clase y coches caros pero con estilo, a poder ser antiguos y de importación. Este último vicio ahora es imposible pero algún día lo será, soy optimista.

En resumen, me encanta el jazz y las mujeres bonitas, elegantes e inteligentes. Me chiflan. Y si son francesas o hablan francés más. No sé porque. Es una fijación que puede que tenga que ver con mi madre. Prefiero no pararme a pensarlo.

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Ahora sé que ella, Frank, ha sido la horma de mi zapato. Françoise Valentine Sargent Mercier, medio francesa. Todo un peligro.

Hasta entonces yo, Mark Gallagher, sobrevivía y era relativamente feliz, lo suficiente. Nunca había tenido mucha suerte en la vida pero me conformaba. Hasta que la vi. Nunca me había sentido solo hasta que la conocí a ella. Ni fui tan ingenuo ni tuve esperanzas tan elevadas, como diría Dickens.

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El día que la vi por primera vez fue mi primer día de trabajo como chofer. ´´Pocket´´  me dio la dirección de la casa del señor Sargent, un diplomático de una larga casta de antepasados ilustres, entre ellos el famoso retratista estadounidense John Singer Sargent.

Chofer disponible a cualquier hora del día de la noche, horario completo. En parte me fastidiaba tener que prescindir de mis noches bohemias tocando jazz al piano, pero pagaban muy bien por una vez.

El señor Sargent era viudo, gran mecenas del arte y millonario y tenía una hija a la que yo debía llevar de su casa frente a Central Park a su mansión en Los Hamptoms, al club de tenis, a jugar al golf, de compras por Manhattan o a la opera. Al parecer la niña, hija única, era el ojito derecho de papa y trabajaba en un musical de Broadway como bailarina. Quería ser actriz pero sin la ayuda de papi. Adorable.

Me corté el pelo esa misma tarde, me puse el traje de la empresa y me presenté en el teatro donde trabajaba ella, en el musical West Side Story y esperé a que saliese por la puerta de emergencia, por donde pasaban los actores y bailarines. Tenía orden de llevarla directamente a casa del señor Sargent sin demora. ´´A pesar de lo que ella te diga´´, me advirtió el señor Sargent. Sonreí para mis adentros. Una niñita díscola. Solo faltaba que fuese guapa.

¡Y vaya si lo era! Estaba apoyado fuera del coche, un Mercedes Maybach negro con las lunas tintadas, asientos de cuero, con la música y la calefacción puesta. Sonaba ´´Yellow´´, de Cold Play y sentí una señal divina o algo parecido porque de pronto vi a una chica menuda salir corriendo del teatro, despidiéndose entre risas de las demás compañeras, mientras se ponía un abriguito amarillo. Un precioso torbellino vestido de amarillo corrió hacia mí y supe que era ella. Guapa, elegante, con vaqueros, una camiseta de rayas marineras y el pelo recogido en una coleta. Puro charme francés. 

Mira a las estrellas,
mira cómo brillan para ti,
por todo lo que haces.
Sí, eran todas amarillas,
Yo me presenté,
escribí una canción para ti,
y todas la cosas que haces,
y se llamó "amarillo".

Entonces me toca a mí (cojí mi turno),
oh, qué cosas hay que hacer,
y era todo amarillo.

Entró como una tormenta dentro del coche y no me dio tiempo ni de abrirle la puerta. La seguí, me senté al volante y me volví hacia el asiento trasero.

-          Hola, ¿te vas a quedar ahí toda la noche? – dijo sonriendo y soltándose la coleta. 

-          Eh… no, claro – respondí molesto por mi falta de reflejos.

´´Parezco nuevo´´, pensé rabioso mientras me sentaba en el asiento del conductor.

Por el retrovisor me fijé en su rostro, ya sin una gota del maquillaje de la función. Preciosa, de piel tersa y pecosa, con las mejillas llenas, coloradas por el frío. No tendría más de 20 años. De labios perfectos, con una forma muy sensual. 
No pude evitarlo y me recreé en ellos. El de arriba un poco más abultado en el centro. Dientes perfectos, los típico dientes de niña bien y ojos de color miel. De pelo largo, castaño claro, que acababa de despeinar y que ahora le daba un aire muy sexy, cuando hacía un momento hubiese parecido la típica alumna modosita de colegio de monjas.

Un tenue perfume suave y dulce lo invadió todo. Era su pelo el que olía tan bien, como a miel y limón o algo parecido.

-          Me llamo Françoise pero todos me laman Frank – dijo tendiéndome la mano sin dejar de sonreír -. ¿Y tú eres…?

Tu piel,
oh sí, tu piel y huesos,
se vuelven algo hermoso,
y ya sabes,
sabes que yo también te quiero,
sabes que yo también te quiero.

Me pavoneo,
cruzo de un salto para ti,
oh, qué cosas hay que hacer,
porque tú eras toda amarilla,
dibujé una línea,
dibujé una línea por ti,
oh, qué cosas hay que hacer,
y era toda amarilla.

-          Mark Gallagher, encantado. Soy su nuevo chofer. Su padre me ha dicho… - su pequeña mano de uñas perfectamente pintadas de rojo apretó la mía con firmeza.

Cuando soltó mi mano aun sentí durante unos segundos su efusividad y su calor.

-          Oh, paso de mi padre. Me aburre y odio aburrirme – dijo sacando un paquete de cigarrillos de su bolso – llévame por ahí Mark. Diremos que estaba tomando un café con mis compañeras de función. 

-          Perdona pero acabo de empezar hoy y pretendo conservar este trabajo para pagar el alquiler… Frank – dije con voz suave, sonando un poco paternalista y dedicándole mi mejor sonrisa.

-          No te asustes, nunca me pilla – sonrió guiñándome un ojo.

Rebuscó en su bolso donde se advertían claramente las dos ´´ces´´ de Chanel y sacó una barra de labios dorada con la que se pintó lo labios de rojo con dos firmes y seguras pasadas, sin soltar el cigarrillo.

-          ¿Y a dónde se supone que debo llevarte? 

-          ¿Te gusta divertirte Mark, chéri? – sonrió desafiante, con picardía, tendiéndome un cigarrillo sin inmutarse.

Ese chéri tan dulce acabó por rematarme. Tomé el cigarrillo aceptando el reto. ´´Fuma Camel Lights, igual que yo, otra señal´´.

La miré y le sonreí con una de mis sonrisas, una de esas que siempre me funcionaban. Sus ojos se cruzaron con los míos, unos ojos suaves, grandes y dulces que me examinaban curiosos. Nos quedamos mirándonos el uno al otro, tan solo un segundo y finalmente ella me devolvió la sonrisa, una sonrisa preciosa, contagiosa y creo que fue en ese instante cuando me enamoré de Frank.

Y tu piel,
oh sí, tu piel y huesos,
se vuelven algo hermoso,
y ya sabes,
por ti me desangraría (me quedaría seco)
por ti me desangraría.

Es verdad,
mira como brillan para ti,
mira como brillan para ti,
mira como brillan para...
mira como brillan para ti,
mira como brillan para ti,
mira como brillan.

Mira a las estrellas,
mira como brillan para ti,
y por todas las cosas que haces.